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Sinopsis de Historia Clinica San Martín, Perón, Jesús, el Che, Alejandro Magno, Evita, Borges, Napoleón, Alfonsín y Kirchner son los diez pacientes que el doctor Daniel López Rosetti examina en este libro. A través de sus historias clínicas, los lectores podrán viajar en el tiempo para adentrarse en la historia de estos seres humanos que hicieron Historia. Lejos del bronce y del mármol, estos personajes de carne y hueso padecieron enfermedades que marcaron sus trayectorias. "La historia clínica es un modo de abordar la historia de las personas. Implica conocer a ese personaje desde una óptica integral, una visión abarcadora de sus aspectos físicos y emocionales, una suerte de esfuerzo para realizar un diagnóstico retrospectivo, diferido en el tiempo, que nos permita acceder a su intimidad a través de un pretexto médico". Daniel López Rosetti. Prólogo de Felipe Pigna ¿Qué tienen en común Jesús, el Che, Napoleón, San Martín y toda la serie de notables personajes de la Historia cuyas historias clínicas constituyen el núcleo de este libro? Su condición de seres humanos que los aleja de lo sobrenatural y nos recuerda que todos ellos fueron pacientes, o mejor dicho, impacientes padecientes de enfermedades que de alguna manera marcaron sus vidas y condicionaron sus muertes. Al hombre público no sólo se le perdona el no ocuparse debidamente de su salud, sino que en una visión muy particular de lo humano, se valora ese “estoicismo” —que encubre en no pocos casos cierta omnipotencia— de postergarse generalmente por entregarse a su pasión política o artística. Esto forma parte de la construcción del mito del héroe, tan apreciado en Occidente. Cada uno de los personajes “atendidos” por el doctor Daniel López Rosetti tuvo una relación particular con sus males médicos y jugó hasta donde pudo con el delgado límite entre la vida y la muerte. Sobre la misteriosa muerte de Alejandro Magno, el autor del libro que usted ha comenzado a leer y no podrá abandonar, arroja realmente una información novedosa y valiosísima, aportando, a 2.333 años de su muerte, el análisis de los últimos avances de la medicina, permitiéndose dudar de la clásica versión del envenenamiento —muy poco probable por las rutinarias medidas de seguridad que se tomaban en su entorno— sugiriendo que pudo haberse debido a enfermedades endémicas presentes en las zonas de sus conquistas. Toda una tradición iconográfica ignoró a aquel entrañable, a todos los que antes y después del entrañable Antonio Machado reclamaron recordar al Jesús que anduvo en la mar y no al que murió en la cruz, y por lo tanto la asociación del Nazareno con el instrumento de tortura que lo llevaría a su muerte es inevitable a tal punto que se ha convertido en el símbolo de su credo. Pero muy pocos de los que portan el símbolo cristiano conocen las implicancias clínicas —descritas científicamente en este libro— de aquel horroroso castigo impuesto por el Imperio Romano en sus dominios y la aplicación de los conocimientos anatómicos para aumentar el dolor del condenado y prolongar su martirio. Es imposible recordar a Napoleón despojado de sus males y de las conspiraciones de sus captores que rodearon su estancia obligada en Santa Elena, desde su derrota definitiva en 1815 hasta su muerte en 1821. Aquel hombre increíble, que inspiró a Beethoven a componer su Heroica, cambió el mapa de Europa y, sin quererlo, encendió la chispa de las revoluciones latinoamericanas; aquel que convirtió a la Francia Revolucionaria en un Imperio, seguía siendo, sin embargo, un personaje incorrecto, molesto para los nuevos amos del mundo. De allí que se pensara con cierta lógica en la posibilidad del envenenamiento como causa de su muerte. El lector encontrará otra versión de la historia de la mano de especialistas médicos del siglo XXI. Cierta historia machista intenta disimular la abultada historia clínica de José de San Martín, suponiendo que un héroe nacional no puede enfermarse y mucho menos cruzar parte de la cordillera en camilla. Los que no comulgamos con este enfoque fascistoide creemos que lo ennoblece y lo engrandece el haber emprendido semejante hazaña justamente en las condiciones en que lo hizo. En las páginas siguientes el lector encontrará un interesantísimo material que lo asombrará y lo acercará aún al querido Don José. Ernesto Guevara de la Serna, el “Che”, fue además de todo lo que sabemos sobre él, asmático y médico, y estos dos elementos le dan un interés extra a su vida para un libro como el presente. Hay datos muy precisos sobre cuándo comenzaron sus padecimientos asmáticos y cómo esta enfermedad influyó en su carácter, su temeridad y su relación con la muerte. Es en el capítulo de Perón donde se confirman las excelentes dotes de investigador de Daniel López Rosetti, obteniendo una información exhaustiva sobre la vinculación de los sucesivos infartos del Perón del regreso y la situación política nacional, y sobre los oscuros últimos días del general, aportando una información novedosa. Como en el resto de los capítulos, aporta la actualización de los conocimientos médicos para entender mejor las causas últimas de su muerte bajo la sombra del brujo López Rega. Hay una increíble paradoja, la ceguera de Borges, que es analizada detalladamente en sus causas, desarrollo e implicancias. Nos adentraremos en el oro de los tigres y en ese mundo de sombras amarillas. La historia reciente está presente en dos de sus más notables protagonistas, Raúl Alfonsín y Néstor Kirchner, en los que se destaca el entrecruzamiento entre sus historias clínicas y lade nuestro país. Este interesantísimo trabajo se ocupa, como ningún otro hasta el presente en nuestro medio, de las historias clínicas de estos notables personajes. Su autor nos propone un apasionante viaje por la historia sumamente instructivo para los que no somos médicos, porque en la descripción entendible de las distintas patologías aprendemos sobre ellas por un camino original y atractivo. Vale la pena destacar la seriedad con que está escrito este libro en el que Daniel abandona deliberadamente las elecciones efectistas o amarillistas prefiriendo en los casos dudosos la formulación de hipótesis científicas a la exposición de conclusiones que no lo dejan satisfecho. Felipe Pigna La muerte de Jesús (fragmento del libro) Jesús, luego de los días de detención, es sometido al suplicio de los latigazos y la corona de espinas. Su condición clínica ya era crítica. Sin embargo, lo peor sucedió ese viernes a las nueve de la mañana, cuando lo crucificaron. La condición clínica de una persona crucificada es cardiovascularmente comprometida. Por un lado, el intenso dolor del suplicio y la crucifixión producen disminución refleja de la presión arterial. A su vez, la pérdida de sangre por las lesiones de los latigazos, las espinas y el trauma de los clavos en ambas muñecas y pies condiciona también una disminución de la presión arterial por hemorragia. El corazón presenta un incremento en los latidos. Esta taquicardia busca compensar la disminución de la presión arterial. Este cuadro de hemorragia, disminución de la presión arterial y taquicardia condiciona el llamado “shock hemorrágico”. Se trata de una insuficiencia circulatoria donde la llegada de sangre oxigenada a los distintos órganos y tejidos se encuentra muy comprometida. De tal modo, los órganos nobles —tales como el cerebro, los riñones, el hígado y el propio corazón— reciben poca sangre y en consecuencia poco oxígeno, con lo cual se dificulta su funcionamiento. Este “shock hemorrágico” se asocia también a un “shock neurogénico”. En este último, los vasos sanguíneos, principalmente las arterias, se dilatan por un fenómeno nervioso reflejo provocado por el intenso dolor de la crucifixión. Como consecuencia directa, la presión arterial baja. En este estado de colapso cardiovascular la piel se encuentra pálida, fría y sudorosa. La disminución de la presión arterial impide que los riñones funcionen correctamente, por lo que pierden su capacidad para filtrar la sangre produciendo una insuficiencia renal aguda. Como consecuencia, se acumulan sustancias tóxicas en la sangre. El shock circulatorio, asociado a la acumulación de sustancias tóxicas en la sangre, produce alteraciones neurológicas con modificación del estado de la conciencia (estupor, mareos y adormecimiento). A todo esto, el esfuerzo por respirar es intenso y dificultoso. Jesús debía “literalmente” pararse sobre el clavo de sus pies para poder respirar. La frecuencia respiratoria normal es de 12 a 14 respiraciones por minuto. Jesús, a esta altura de la condición clínica, debía respirar 30 o 40 veces por minuto en un intento por compensar la falta de aire y la insuficiencia circulatoria. Los movimientos respiratorios eran rápidos pero muy superficiales. Claramente la respiración era insuficiente. Como resultado, la cantidad de oxígeno en sangre era baja y como contrapartida aumentaba la concentración de anhídrido carbónico (CO2). Esta acumulación de CO2 es muy tóxica y da un color azul-violáceo a los labios y a los extremos de los dedos. La entrada de aire a los pulmones era cada vez más dificultosa hasta hacerse mínima. A esta altura también se presentaban problemas metabólicos. La acumulación de anhídrido carbónico y la insuficiencia renal y respiratoria terminan por producir “acidosis metabólica” (acumulación de ácido en la sangre). La acumulación de la hemorragia, el colapso circulatorio y neurogénico, la disminución de la presión arterial, la insuficiencia renal aguda, la acidosis metabólica y, en última instancia, la asfixia por falta de oxigenación de la sangre y la incapacidad de eliminación del anhídrido carbónico de la insuficiencia respiratoria, termina en arritmias cardíacas severas, que condicionan el paro cardiorrespiratorio. Así murió Jesús hace más de 2.000 años, a las tres de la tarde de un viernes. Certificado de defunción
Daniel López Rosetti es médico especialista en clínica médica y cardiólogo universitario egresado de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. Se especializó en el diagnóstico y tratamiento del síndrome del estrés. Es profesor titular de la cátedra de Psicofisiología de la carrera de Psicología de la Universidad Maimónides; director del curso universitario de Medicina del estrés y Psiconeuroinmunoendocrinología clínica de la Asociación Médica Argentina y coordinador del gabinete de Medicina del Estrés y Psicobiología del Hospital Central Municipal de San Isidro. Es presidente de la Sociedad Argentina de Medicina del Estrés (SAMES); miembro titular de la Asociación Médica Argentina; miembro de la Sociedad Argentina de Cardiología y de la Sociedad Española para el estudio de la Ansiedad y el Estrés (SEAS). Es fellow del American Institute of Stress (Nueva York). Participa como disertante en congresos médicos locales e internacionales y publicó numerosos trabajos sobre su especialidad. Fue médico residente de clínica médica y docente de la I Cátedra de Fisiología Humana de la Facultad de Medicina de la UBA. Presidió el I y el II Congreso Argentino de Medicina del Estrés, celebrados en la ciudad de Buenos Aires en 2001 y 2005. De su autoría son los libros Estrés, epidemia del siglo XXI, El cerebro de Leonardo y El estrés de Jesús. Es columnista sobre temas médicos de Telefe Noticias y de Radio Mitre.
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jueves, 16 de junio de 2011
"Historia Clínica"
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