Una vez una mujer muy hermosa le envió una carta a Bernard Shaw,
un escritor teatral Irlandes de mediados del 1800 y 1900, quien para entonces fue la primera
persona en haber ganado durante su vida un Nobel (literatura) y un Oscar (en la
categoría de mejor guión, por Pigmalión);
esta mujer le escribió proponiéndole que tuvieran un hijo. De esta forma el
niño tendría la belleza de ella y la inteligencia de él. Pero el dramaturgo no
aceptó la propuesta alegando que el niño podría heredar la belleza de él y la
inteligencia de ella.
Esta anécdota puede ser real o no pero sobre todo está basada en
el Pigmalión que tiene su origen en un mito Griego, en el que un Rey y Escultor
llamado Pigmalión, se enamoró de una de sus
creaciones: Galatea. A tal punto llegó su pasión por la
escultura que la trataba como si fuera una mujer real, como si estuviera viva;
entonces la diosa Afrodita al ver el amor que éste sentía por la estatua, que
representaba a la mujer de sus sueños, le dio vida. Pigmalión estaba feliz, la amó
y se casó con ella. Tuvieron un hijo pero
ella tenía un corazón frío (de piedra) y una mente vacía, por lo que se separaron.
Amigas y amigos, en verdad genéticamente heredamos mucho de
nuestros progenitores y antecesores familiares, todos tenemos una identidad
propia, que vendrá en parte genética, socio ambiental y cultural, pero sobre
todo cada uno tiene la potestad y responsabilidad de moldear y crear esos
rasgos propios, esa imagen respecto de si mismo, que luego se expresará ante
los demás.
Es por eso que en el efecto Pigmalión, se habla de efecto
positivo y negativo, pues si nuestros deseos y pensamientos sobre nosotros mismos son
negativos, si nuestro entorno es negativo, nos asociamos con personas poco
positivas, leemos, vemos o escuchamos programas negativos, entonces estaremos creándonos
una identidad negativa y talvez falsa, y no menos estaremos formando hijos sin
identidades propias y por ende nuestra sociedad carecerá de una identidad sana,
que se traduce como una falta de cultura.
Así como Pigmalión, creo una Mujer perfecta fisicamente y de tanto desear se materializó, así podemos moldear nuestra identidad, pero al igual que el ingenioso Escultor, podemos olvidar que no solo es hacia fuera, sino que necesitamos trabajar el interior. Darle vida a lo inanimado es como una sonrisa hermosa que cautiva y contagia, dejando de ser un simple gesto facial.
Decía, Elliot Gould:
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