miércoles, 22 de diciembre de 2010

¿Quieres ser doctor?

Las motivaciones y deseos que impulsan, hoy en día, a que un joven decida estudiar medicina.

Prof. Dr. Ricardo Teodoro Ricci
 
Introducción y advertencia
Hace un tiempo, se me ocurrió preguntarme acerca de las motivaciones y deseos que impulsan, hoy en día, a que un joven decida estudiar medicina. La cuestión de la pregunta vocacional, por uno u otro motivo, frecuentemente está cerca de mí. En el medio que me muevo, una facultad de medicina, puedo observar toda la variedad de motivaciones, elecciones de conductas, modos de ganarse la vida, etc. A fuer de no caer en inocencias, debemos decir que entre los estudiantes también hay una gran variedad, que no se trata de un colectivo homogéneo. Este espectro estudiantil va, desde el que se inicia en la carrera por que la considera un modo de servir al ser humano, hasta el que ve en ella la manera segura de ganarse la vida ejerciendo un oficio técnico, de alta precisión, de gran responsabilidad, de gran rentabilidad económica y de prestigio social asegurado. “Pedes in terra”.
Hecho este breve y acaso innecesario prologo, comienzo a contar mis impresiones al respecto, tratando de mantenerme en el amplio rango central del espectro comentado. Es decir, intentando interpretar a la mayoría de los agentes involucrados en los actos concretos de la educación médica. Vamos al trabajo:    
¿Por qué estudiar medicina?
Tengo la oportunidad de constatar que en nuestro medio, es bastante frecuente que los mismos médicos renieguen abierta, y ferozmente de su vocación. En rondas de café, en pasillos de hospitales, en los mismos sanatorios, muchos colegas, a voz de cuello, abominan de sus desventuras, protestan de su elección de vida.

Las causas variadas de esa actitud podemos analizarlas en otra oportunidad, cabe sin embargo, destacar algunas voces: “Mi hijo esta loco, totalmente loco, es una carrera larguísima, entre la facultad, la residencia y la especialidad, recién va a producir algo para él mismo a los treinta y dos años”. “Va a estudiar toda la vida, para poder laburar va a tener que llenarse de papelitos de cursos, jornadas, congresos y demás”. “No se da cuenta que la medicina antes era una profesión liberal, ahora va a ser un empleado más, en las empresas toman al que más barato les resulta, al mérito ya nadie lo tiene en cuenta”. “Si, es inteligente, pero no tiene carácter, vive de sueños, cree que alguien le va a agradecer sus desvelos”. “No es carrera para mujeres, nunca será una buena madre”. “Nunca su tiempo será suyo”. “No sabe en lo que se está por meter, no tiene ni idea del esfuerzo que va hacer en vano”.
Entre esas voces aisladas pero recurrentes, acaso estén las causas de tanto desaliento. Los mismos médicos aconsejan a los jóvenes, incluso a sus propios hijos, no estudiar medicina. En esta actitud no deja de esconderse una gran paradoja, ya que el mismo médico que desalentó a su hijo antes de la elección, posteriormente hace ostentación de la condición de colega cuando ese hijo egresa de la facultad. Primero el desánimo, luego el orgullo y la complacencia pública. Para sembrar la, para ellos justificada desmoralización, se encargan de hacer una pormenorizada lista de la negatividades, entre las que se encuentran, como constatamos más arriba: el esforzado y prolongado tiempo de estudio, las escasas expectativas de trabajo, las frustraciones económicas, y lo sacrificado de la labor.
Según la tradición, Esculapio legó a su hijo sus famosos consejos. Se trata, desde la mirada del dios de la medicina, de una perspectiva realista y completa de lo que significa ser médico. Describe, aconseja y, a su vez, deja la puerta abierta promoviendo la elección libre y personal:“Tu vida transcurrirá como la sombra de la muerte, entre el dolor de los cuerpos y de las almas, entre los duelos y la hipocresía que calcula a la cabecera de los agonizantes; la raza humana es un Prometeo desgarrado por los buitres.” 1
Tengo la gracia y la fortuna de ser profesor en la Facultad de Medicina de la UNT. Mi materia, Antropología Médica, se dicta en segundo año de la carrera de médico. He constatado personalmente, sin intermediarios, las ilusiones que tienen los jóvenes que se inician en la carrera, su cabeza alta y sus ojos francos. Rebozan de inteligencia, humor, y se enfrentan con saludable desparpajo a cualquier desafío intelectual y vital. Cuando veo a esos mismos chicos años después, terminando su carrera o ya con su título bajo el brazo, la situación es harto diferente. A menudo los observo alicaídos y perturbados, cuando no francamente desalentados. ¿Qué pasó durante los años de formación?
Los sueños propios, y la vocación por servir al otro, se han trocado dramáticamente por el interés en la propia supervivencia, es cierto, han crecido, han madurado. La vocación se ha debilitado, o se ha metamorfoseado en un utilitarismo calculador, acaso desmedido. Lo grave de todo esto es que, al parecer, la misma institución formativa ha colaborado en esa muda radical. Lo cierto es que, las instituciones no tienen voz ni testimonian con el ejemplo, somos algunos de sus integrantes, imbuidos en un paradigma agonizante y portadores de nuestras propias frustraciones, los que influimos de manera perversa en los jóvenes escudándonos en nuestro “vasto conocimiento de la realidad”. Sucede que los doctos, los docentes, aquellos que pueden influir categóricamente en las vocaciones, son los mismos que escatológicamente, prometen infiernos de desdichas. Ocurre que las realidades personales, testimoniadas en el diario compartir de las aulas y salas de hospital, cercenan los sueños, descalifican la creatividad y homologan la mediocridad.
Soy consciente de que me desempeño en una de las instituciones de mayor prestigio en la educación médica de nuestro país, no reniego de ella, por el contrario estoy orgulloso de mi pertenencia, siempre lo estaré. En esa condición, me siento en la necesidad de sacar a la luz, y advertir acerca del nefasto comportamiento testimonial de algunos de nosotros; en medio de nuestra propia penuria y desilusión, trasladamos la angustia paralizante a nuestros alumnos. Los tutores se adosan a las plantas jóvenes para guiar su desarrollo y crecimiento, para asegurar que cumplan con los designios de su especie, las podas predicen mejores flores y frutos óptimos. Puede ocurrir, sin embargo, que el tutor ahogue, dificulte, entorpezca y marchite, si por defectos propios no cumple adecuadamente su función.
En algunas universidades:
Indagando entre las ofertas de las carreras de medicina en algunas universidades anglosajonas, me llamaron particularmente la atención, los requisitos iniciales que las mismas pretenden de aquellos jóvenes que desean ser médicos. Me parecieron interesantes, por lo que transcribo textualmente parte de esos anuncios:
“So, You want to be a Doctor? Here is how you get there from studying at Bradford:
Personal Requirements:
To be a Doctor, you need to develop or already posses the following personal qualities:
Good communications skills
Self –confidence
Conscientiousness
Able to relate to people
Compassion towards others
Enjoy working with people
A high degree of motivation and self- discipline”
2
Por su parte, en algunas Universidades Inglesas se requiere que los aspirantes a las carreras de medicina posean las siguientes características:
“Competence, Integrity, confidentiatity,
Caring, compassion, commitment,
Responsabilty, advocacy, and spirit of inquiry”
3
Estas últimas condiciones, son formuladas y avaladas como las necesarias para la profesión médica en el siglo XXI por la Asociación Británica de Médicos.

Resulta ser un lugar común, que los diferentes centros universitarios que se postulan para enseñar la carrera de médico, expresen que las competencias y características iniciales que debe poseer todo estudiante de medicina, se relacionen con manifestaciones tales como la compasión, el servicio al otro, el cuidado y demás. Esto resulta coincidente con mi experiencia como profesor de segundo año de la facultad. Los jóvenes ingresantes, manifiestan ostensiblemente su agrado cuando en Antropología Médica tratamos y discutimos algunos temas de las Humanidades Médicas. Se sienten complacidos – siempre existen excepciones - cuando se dialoga acerca de temas como la filosofía de la medicina, salud y  enfermedad, la muerte y el médico, o la relación médico- paciente. Alguno llegó a decirme que allí, en esas clases, le había encontrado el gusto al estudio de la medicina, que hasta entonces todo le había parecido demasiado científico y mecánico, que nunca había escuchado hablar acerca del hombre y del fenómeno humano. Son cada vez más numerosos los estudiantes que reclaman estos y otros temas, que los vinculan de manera directa con el dilatado mundo de las Humanidades Médicas. Estas disciplinas los anotician que la medicina no es una isla, que es una actividad de características particulares, que es una forma de proponerse al servicio de los semejantes, que se encuentra inserta en un mundo complejo. Un mundo, en que el balance entre el egoísmo y el altruismo están en permanente tensión y equilibrio inestable.

Desde esta perspectiva, se intenta dar respuesta a la demanda de los estudiantes que manifiestan actitud y capacidad para compadecerse, tratar fluidamente con otras personas, ayudar al necesitado, y que aprecian que desde la estricta perspectiva biomédica no son satisfechos.

Teniendo en cuenta nuestra experiencia, debemos reconocer que los contenidos a los que hacemos referencia son desenvueltos a un nivel teórico, más anclados a la vida misma, que a la propia vida del médico. Resulta indispensable, por lo tanto, consolidar estos conceptos y vivencias en años posteriores, en materias del ciclo clínico, de ese modo podrán convertirse en habilidades y competencias propiamente clínicas, útiles para la práctica real y cotidiana de la medicina.
Resulta indispensable reforzar el currículo de nuestras facultades de medicina con contenidos que tengan directa pertinencia y congruencia con las nobles  expectativas que se poseen al iniciar la carrera. Una educación médica basada en el hombre y más precisamente en la relación médico – paciente, vendría a llenar un bache que se agranda en la medida que el estudiante avanza en sus estudios. Poner énfasis en la relación médico – paciente significa, entre otras cosas, proponer conocimientos acerca de temas como humanización, cultura, lenguaje, interdependencia humana, ética y bioética, profesionalismo, desarrollo de habilidades comunicacionales,  solidaridad, multidisciplina, y amor por el semejante y por la profesión elegida. Hacer girar la propuesta educativa de una facultad de medicina en la relación entre el médico y su paciente, significa estar permanentemente próximos al núcleo duro de la medicina en si misma. Significa tener la posibilidad de referenciar todos los contenidos desde la luz de la interacción humana. 
“A career in medicine offers a diverse range of opportunities to serve people in need. Medical schools are looking for bright and working people who understand the needs of their communities and want to make a difference in the lives of others. If you are drawn to helping people and have the desire to use science and humanity to serve society, then the career in medicine might be the right choice for you”
¡Que importante es realizar la elección correcta en la vida! Efectuarla convenientemente nos ahorra tiempo y nos capacita para ser útiles a los demás lo antes posible. Nuestra sociedad está ávida de modelos de altruismo, está sedienta de jóvenes que tuerzan el destino del individualismo caníbal. Tiene la necesidad imperiosa de personas cabales que han elegido para sus vidas “la senda estrecha”, el camino angosto del esfuerzo, y no la autopista de la facilidad, el desenfreno, la embriaguez y el embrutecimiento estéril.
Una experiencia:
Cuando egresé del secundario, mi interés era conocer acerca de a vida, quería   dedicarme a estudiar una carrera que tuviera relación con ella. Me atraía particularmente la cuestión de la genética y los descubrimientos que se habían hecho acerca del ADN. A propósito, yo había nacido el mismo año en que Watson y Crick habían desarrollado la famosa doble hélice del ADN, marcando de ese modo un hito en la ciencia. Me sentía atraído por la maravillas de la vida, estaba fascinado por los portentos que los científicos hacían para conocer al hombre y al mundo. 

Fui a conversar con un sabio bioquímico para que me ayudara en esa instancia vocacional. Me había citado en su oscuro laboratorio de la Facultad de Bioquímica, entre tubos de ensayo y probetas. Me escuchó pacientemente, y me preguntó si mi interés tenía que ver con la vida en general, o el particular con la vida y las cosas de los hombres. Le respondí que sin lugar a dudas me sentía más inclinado por lo segundo. Me dijo: “entonces debes ser médico”. Fue un acierto de ese sabio bioquímico - cuyo nombre me reservo en silencioso homenaje -  que años después se convirtió en mi paciente.
De yugos y de amores.
El amor por la ciencia y el amor por el semejante forman parte del tandem del médico, en mis pagos se diría, del yugo del médico. El yugo es aquel implemento de cuero o madera que, adosado sobre los bueyes o los caballos les permiten mantenerse unidos, tirando la carga para el mismo lado. En definitiva aunar los esfuerzos. No cabe, operativamente, saber mucha ciencia sin estar al servicio de la humanidad y, por contrapartida, conociendo la ciencia mi servicio a la humanidad puede ser más puntual y efectivo. La ciencia y el servicio al prójimo, el saber y la vocación, están destinados a ser las dos alas de la profesión médica.
Finalmente, el lugar de encuentro y de manifestación de vocación médica es sin dudas la interacción con el paciente. La profesión médica reclama siempre la existencia del otro en el encuentro clínico. Hasta la más esterilizada investigación básica o clínica, tiene como objeto mejorar la vida o aumentar el estado de bienestar de nuestros congéneres. Hay diferentes tipos de médicos, los intereses finales u objetivos de cada uno de nosotros pueden variar diametralmente. El médico clásico, aquel que se propone como quien sabe, puede y quiere auxiliar al semejante, necesita de la existencia de un otro que concurra a él en actitud de demanda. Un otro que reconozca en él la capacidad supuesta de ofrecer una solución, un consejo, o un consuelo.
Haciendo referencia directa al título de este trabajo, barruntando una respuesta, podría decir: si quieres ser médico ansía, sueña, reclama el encuentro con el paciente. Es él quien te enseñará, te entrenará, te capacitará, quien te hará de espejo para que puedas juzgarte a ti mismo. El paciente es el reaseguro de tu propia vocación, él es con quien tus sueños se verán materializados. Aún reconociendo por experiencia directa que hay pacientes y pacientes, me atrevo a decir que sin ellos el médico carece de entidad ontológica, carece de ser.
Ya lo dijo Esculapio en sus consejos: “...si te juzgas bien pagado con la dicha de una madre, con una cara que te sonríe porque ya no padece, o con la paz de un moribundo a quien ocultas la llegada de la muerte; si ansías conocer al hombre, penetrar todo lo trágico de su destino, ¡hazte médico, hijo mío!5

San Miguel de Tucumán, 26 de octubre de 2010
Prof. Dr. Ricardo Teodoro RicciAntropología Médica UNT

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